La Torre Eiffel, el Coliseo Romano, el Vaticano, el Palacio de Buckingham, la Mezquita de Suleiman, la Puerta de Brandeburgo, la Acrópolis de Atenas, la Puerta de Alcalá, la Torre del Big Ben... Gráficamente, el viejo continente siempre nos va a dar más de una razón para querer estar ahí.
El asunto radica en dos factores que complican hasta la mejor intención: tiempo y dinero. Dos factores que en realidad son pretextos.
El primero nunca se detiene, y nosotros tampoco tendríamos por qué hacerlo. Y el segundo, basta una tarde en Google (o leer las siguientes entradas de este blog) para saber que hay mil y un maneras para ahorrar, y si de plano el panorama ya está muy jodido, existen oportunidades de becas y vacantes para escaparse al menos un par de meses.
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| Europa bajo panorama |
Viajar a Europa ya no es como antes. Ya no se trata de tomar un avión, visitar dos o tres museos y comprar la postal para ese pariente que nunca pudo ir. Ya no nos conformamos con corretear al mismo tipo que habla de historia por 20 días seguidos y entender la cuarta parte de lo que dice. Ya no queremos conocer lo que todo el mundo ha visto, sino encontrar rincones en los que podamos encontrar una parte de nosotros mismos. Las fotos ya no se tratan de los monumentos que se capturan, sino de las personas que aparecen en ellas. Las nuevas generaciones ya no regresan hablando del reto que supuso poder observar La Gioconda con 200 personas alrededor sino de lo mucho que extrañan el kebab. Incluso ahora, tal vez llame más la atención tomar una cerveza en algún chiringuito de Ibiza que tomarse un café en frente de la Torre Eiffel. En gustos y estilos se rompen géneros, pero definitivamente lo que queremos ahora no sólo es conocer las diferentes culturas que nos ofrecen los países europeos, sino experimentarlas y conectar con ellas.
